A lo largo de nuestra vida es inevitable tener que enfrentarnos a numerosos conflictos, tanto en el ámbito laboral, social e incluso personal. Afrontarlos de la manera más adecuada nos evitará problemas en el futuro.
A la hora de resolver un conflicto tenemos que tener en cuenta dos variables: el nivel de actividad y el compromiso. Por un lado, podemos responder de manera activa o pasiva ante la situación, provocando un cambio en ella o mantenernos sin hacer nada. Por otro lado, el nivel de compromiso que adquiramos influirá en nuestra actitud, siendo más o menos beneficiosa para el otro.
Así, nos encontramos con cuatro maneras diferentes de actuar ante un conflicto. En la primera, tenemos un papel activo para cambiar la situación, y un alto compromiso, lo que nos lleva a hablar y a buscar soluciones. La segunda manera de actuar frente a un conflicto hace que seamos pasivos en la situación, aunque con un alto grado de compromiso, produciendo que persistamos, y que, a larga, acabemos “quemados”. En tercer lugar, adoptamos una actitud pasiva y de bajo compromiso, perjudicando al otro, desatendiendo la situación y reduciendo el esfuerzo al mínimo. La última manera de enfrentamiento es la huida, que se da cuando tomamos la decisión de terminar con la situación.
No es fácil determinar qué respuesta debemos dar a cada situación, y en ocasiones tomar la decisión equivocada nos daña a nosotros mismos y a los que tenemos alrededor.
El profesional de la psicología juega un papel importante en la resolución de conflictos, ya que te ayuda a ver todas las opciones posibles, y a saber utilizar todos los recursos disponibles para solucionar la situación.
https://elpais.com/elpais/2020/01/27/laboratorio_de_felicidad/1580113039_219356.html